Muchos conoceréis esta historia, y otros no tocaréis nunca un juego de From Software, pero la historia de Gascoigne es una de las que tengo que hablar. Tengo la necesidad de escribir sobre ellos por lo mucho que cala en ti. Si haces bien la historia, claro.

Para ponernos en antecedentes, Gascoigne es un cazador en Yharnam. Como recordaréis en Bloodborne nos encontramos con una plaga de bestias que están asediando Yharnam y los cazadores son la única línea de defensa y ataque que hay entre esas bestias y el resto de la población. Gascoigne es uno de los más fuertes que hay actualmente.

Su historia y la de su familia es breve, pero no por ello es menos efectiva pues es una de las más fuertes de toda la trama.

Gascoigne era un gran cazador, pero no era inmune al frenesí y la corrupción de la sangre. Noche tras noche salía en busca de bestias para asesinarlas y poco a poco la corrupción hizo mella en él. Lo tornó en un ser violento con repentinos arranques de una ira brutal y visceral. Solo una cosa parecía atenuar su furia, una cajita de música, su melodía le recordaba al hogar y lo tranquilizaba.

Su esposa le seguía en esas peligrosas noches con la caja para calmarle a la hora de volver al hogar. Una noche, sin embargo, la mujer partió en busca de Gascoigne olvidando el preciado instrumento. Esa misma noche es cuando nosotros encontramos la casa de Gascoine y su hija nos pide ayuda. Nos dice que su madre ha ido a buscar a su padre pero ha olvidado la caja de música. Nos pide que la busquemos y nos da la caja para que se la entreguemos a su madre y así calmar a su padre.

No tardamos en encontrarnos con Gascoine, la corrupción lo ha vencido y se ha convertido en un animal que ya no sabe diferenciar entre bestia y cazador y se lanza contra nosotros con saña. Usamos la caja pensando que lo calmará y, no lo hace, lo enloquece. Se queda paralizado en el sitio gritando y aullando ante el sonido melancólico que lanza la caja. Antes de morir, Gascoigne se transforma en el ser que ha estado destruyendo: la bestia. Pero cae ante nuestra cuchilla dentada. Gascoigne muere y nosotros pensamos en que acabamos de dejar a una niña pequeña sin padre en un mundo cruel.

Nos ponemos a buscar a la madre esperando hallarla escondida en algún lado para llevarla de nuevo con su hija. Pero Yharnam no entiende de familias ni finales felices, encontramos el cuerpo sin vida de la mujer sobre el tejado de un mausoleo. Entendemos entonces porque Gascoigne enloquecía ante la melodía, le recordaba al hogar, a su esposa. La mujer a la que acababa de matar en un frenesí ciego.

Recogemos el colgante de la madre y emprendemos el camino de regreso sopesando si decírselo o no a la niña. Ocultarlo sería clemente pero la caza acaba de empezar, ¿Y si sale a buscarlos? Sabemos que hay un lugar seguro para ella, una Iglesia protegida por el incienso. Al final optamos por lo más difícil, ante su ventana le entregamos el colgante y ella lo entiende.

Nos vamos de allí con un nudo en el estomago. Hemos matado a su padre después de que este haya asesinado a su madre. La hemos dejado sola en el mundo. No podemos hacer nada más por ella, si pudiéramos la llevaríamos nosotros mismos a la Iglesia, pero no podemos. Pero Yharnam aun no se ha cobrado su precio, cuando volvemos al  centro de la ciudad y pasamos por una vieja alcantarilla, en el cuerpo de un cerdo descubrimos una cinta roja, una cinta que en otro tiempo fue blanca pero ahora esta cubierta de sangre.

La niña ha muerto en su viaje, tal vez a la Iglesia o tal vez para buscar los cuerpos de sus padres en el cementerio. Hundidos seguimos nuestro camino pensando que ese mismo día eran una familia feliz y ahora todos han muerto, y es entonces cuando pasamos junto a su antigua casa y nos percatamos de que aun mora alguien dentro. Investigamos y nos responde una voz femenina. La hermana de la niña.

Como podemos nos alejamos de allí dejando a la pobre chica sabiendo que todos han muerto.

Al volver a pasar descubrimos su cuerpo en la calle de abajo, se ha lanzado contra el suelo. Se ha suicidado, pero la criatura que allí patrulla lo sabe, sabe que su suicidio tiene un responsable: Nosotros. En cuanto nos ve gruñe: Es tu culpa.

Ahora si, hemos exterminado toda la línea de la familia Gascoigne. Volvemos a perdernos en las calles de Yharnam preguntándonos si de verdad estamos haciendo algún bien.