Argentria fue una de las pocas ciudades fundadas tras la caída del tridente que no cayó en el bestialismo que afectó al resto de la humanidad. Construyeron altos muros protegidos por las runas y el Urico, cada calle, cada casa, y cada habitante se imbuyó en Urico para prepararse para la batalla, las cicatrices de la Guerra de los diez mil días aun no habían curado.
El tiempo avanzó lento en Argentria, el mundo parecía haberlos olvidado y ellos no tenían intención de cambiar esa situación. La paz y la prosperidad reinaban entre sus muros ajenos de lo que ocurría más allá de sus bosques. Sin embargo una chispa de locura tomo la forma de Yarkram, un viejo monje de los antiguos cultos que en sus últimos días comenzaba a delirar sobre un mundo más allá del propio mundo.
Antes de morir Yarkram dejó un libro escrito con sangre y Urico que solo se rebelaba ante los elegidos, aquellos que supieran ver más allá, así rezaba la primera página del tomo tras la cual se podían ver mil hojas en blanco. Durante años el libro paso de familia en familia, de erudito en erudito. Yarkram solo había escrito con tinta la primera página dónde redactaba las normas del manuscrito, y allí encontró la respuesta un descendiente suyo.
Lokram erudito de los tiempos antiguos, mezcló su propia sangre con úrico, fue más allá de los tatuajes rituales e imbuyó su interior con el preciado mineral que le permitió ver al fin el texto integro. Tardó meses en trascribir las vivencias de Yarkram para que todos pudieran verlas, pero al terminar destruyó todo su trabajo y formó la Senda de la Plata.
Lokram, convencido por su antepasado, mantenía que el urico no era un mineral mágico, era algo más. El úrico era la sangre de dios, del verdadero y único Dios que mantenía cohesionada la realidad y dio su poder a los Negari. Tras fundar la Senda de Plata dejo de llamar al urico por su nombre, optando por Sangre de Dios y a sus seguidores los bautizó como Sangre Argenta pues debían someterse e inyectar en su cuerpo la sangre de dios para poder entender la verdad de Yarkram.
El culto de la Senda de Plata no tardó en ganar adeptos. Los líderes religiosos de las demás ordenes comenzaron a preocuparse cuando las calles se vaciaron de gente. La ciudad entera parecía muerta. Todos acudían a la Senda de la Plata a rezar pidiendo a Dios que les concediera los dones divinos que tuvo a bien conceder a los Negari.
Lokram en sus últimos días, tal y como hizo Yarkram, enloqueció viendo que Dios no hablaba con él. Previendo que moriría antes de ver cumplido su sueño decidió llenar su cuerpo de sangre de dios y eliminar cualquier rastro humano de su interior. Apenas sobrevivió unas horas tras concluir el proceso, entre ensordecedores gritos de dolor, sus seguidores lograron sonsacar un nuevo rito.
Depositaron el cuerpo de Lokram en el centro exacto de Argentria, tal y como ordenó, sepultándolo bajo toda la sangre de dios que quedaba en la ciudad. Durante diecisiete días y dieciocho noches, los sangre argenta permanecieron alrededor del cuerpo sin vida de Lokram rezando a Dios por un milagro. Los más fieles en secreto iniciaron un ritual arcano que se alimentaba de la fuerza del resto.
Este ritual corrompió el cuerpo sin vida de Lokram que renació como un ser deforme y bestial a las ordenes de los sangre argenta. Ellos le ordenaron la última voluntad de Lokram, la construcción de una pirámide de sangre de dios, tan alta que el cielo sería rasgado por ella. Lokram en sus últimos momentos estaba convencido de que Dios no les escuchaba porque no hablaban con la fuerza necesaria para ser oídos y que si rezaban sobre algo construido por sangre de dios pura, Dios les escucharía.
Los sangre argenta no vieron la fatalidad hasta que fue demasiado tarde. Aquel ser corrompido, el Paladín de la Sangre como le llamaron, no se detenía, no pensaba, ni razonaba. El día que la sangre de plata dejo de brotar de las minas, y los almacenes se vaciaron, la criatura comenzó a raspar cada pared con una runa, cada piedra, todo lo que estuviera impregnado de la divina sustancia era destrozado por el pico del Paladín que depositaba cada hora el fruto de su trabajo.
El día que las runas parecieron terminarse, fueron los propios sangre argenta los que se convirtieron en argamasa para la pirámide. El paladín sustituyó entonces su pico por un enorme martillo negro que se tornó plateado con el pasar del tiempo. Nadie pudo huir, Lokram había sellado la ciudad tiempo ha y ahora todos los habitantes estaban siendo cosechados por su cuerpo corrompido. La ciudad murió, pero el paladín continuó con su trabajo. Día tras día se le podía escuchar roer las paredes en busca de la más mínima pizca de sangre divina con la que alimentar su pirámide.
Argentria cayó en el olvido, ni siquiera los Negari quisieron salvarla de su propia mano.
Y el Paladín de la Sangre continuó viviendo sobre los cuerpos de lo que en otro tiempo fueron sus seguidores.