Aquí tenéis el relato Frecuencia de Sigmar para el concurso de La Llamada de Otromundo y su espectacular portada (podéis encontrar al artista aquí). Disfrutadlo:
Frecuencia
Otra noche llena de humedad.
La lluvia ruge, pero es intermitente, el viento sacude las ventanas. Y el insomnio me sigue persiguiendo. Me atrapa, me toma.
Corro, pero algo sin forma me espera a la vuelta de cada esquina, me atrapa nuevamente.
Hace poco decidí mudarme por problemas de dinero a uno de los distritos más pobres del conurbano. El alquiler es barato, los vecinos no hacen preguntas, y el barrio es lo suficientemente lúgubre para pasar desapercibido.
¿Qué más es una sombra entre tantas en la noche? Un hombre perdido, un cascaron de lo que solía ser. Al menos ahora…
Hubieron tiempos mejores, pero ¿por qué recordarlos? El pasado se fue, el futuro nunca llega, y el presente solo es algo que no puedo elegir, o rechazar. Estoy en él.
Desde hace unos días escucho ese zumbido, en mi oído derecho principalmente. Se cuela por mi cabeza, me hace sentir algo húmedo, un seudópodo que se cola hasta mis neuronas, pegajoso, informe, pero a la vez con bordes definidos…
Me susurra algo, no puedo compréndelo, sé que me llama, pero no entiendo su idioma.
Vuelvo del trabajo, cansado, abro la heladera, como algo rápido, no me llena pero me deja seguir. El departamento podría haber salido de la peor pesadilla de un arquitecto, o un decorador. Voy a la cama y ahí está nuevamente, ligero, sutil, hace vibrar mi cabeza.
¡Ya fue suficiente!
Es algo en la casa, o algo externo, sino averiguo que es, me volverá loco.
Corto la electricidad desde el disyuntor, quizás sea un aparato.
Sigue ahí.
Enciendo todo nuevamente, por más que está chatarra que uso para guardar la comida, quizás haya visto algún tiempo mejor, no produce ese ruido. Dejo correr el agua y pongo la cabeza contra la pared, tampoco es un caño.
No, esté sonido no es producido por algo en la casa. ¿Quizás por fuera?
Es tarde, solo se ven algunas luces prendidas en los edificios linderos, la fábrica en la distancia parece haber terminado el turno, no molestaría a nadie saliendo a dar una vuelta.
Bajo y salgo a la calle. Vacía. Ni un solo auto. Al menos hoy soló llovizna, y el viento dejó de hacerme sentir lo fuerte que podría llevarme derecho hacia el horizonte.
Camino, y percibo que la intensidad baja. Vuelvo sobre mis pasos y está ahí, justo en el límite de lo audible. Camino un poco más… su frecuencia aumenta. Mmmmm ¿hacia dónde? solo hay edificios vacíos, habitados alguna vez, pero cementerios de silencios ahora.
Hasta que centro mi vista, en ese terreno baldío, una manzana entera que jamás tuvo construcción por encima, pero tiene algo, un árbol. Antiguo, nudoso, de una especie que no podría precisar ni con un libro.
Tiene un agujero en su centro, que invita a la singularidad.
A sumergirse.
Pero además, parecería que el zumbido proviene de ahí. No, estoy pensando idioteces por el cansancio. Mejor vuelvo.
Hoy pase caminando por la vereda. El sonido se percibe más fuerte, pero es imposible.
Es solo un árbol.
Otra noche más sin dormir. Y ahora, dentro del departamento lo siento aún más fuerte. Es casi como palabras. Como una canción. ¡Cuerno! Quiero negarlo, pero se dentro de mí, que es ese… es ese árbol, si así puede llamarse. Mmm igual, no podía dormir, voy a mirar.
Linterna, saco, hoy la lluvia decidió dar un respiro, la humedad también, y el frío cala en los huesos.
Cruzo. Llego a la esquina. ¿Hay alguien al lado del tronco? No, a esta hora están todos atrapados en sus televisores, intentando llenar de color electrónico el gris de sus días.
Froto mis ojos, debe haber sido un juego de sombras. El zumbido me hace latir la cien. Cada paso, se convierte en un martillo contra mi cabeza. El ritmo se ha vuelto constante en mis oídos, ¿pero qué dice? Cada estrofa se siente como una oleada de dolor en mi mente.
Me detengo.
Trato de concentrarme, percibo algo en ese sonido.
Una llamada… ¿una promesa?
QUE.
La pregunta es: ¿Qué? ¿Qué dice? ¿Por qué me llama a mí? Si me detengo ahora, quizás no vuelva a tener el valor de hacerlo de nuevo. Camino con dificultad, mis pies se sienten de plomo, todo se ve difuso, como empañado, únicamente tengo clara una cosa frente a mí: el agujero y las palabras que emite.
La canción… más cerca y más cerca, toco la corteza, o más bien, me recuesto sobre ella. Se siente… húmeda, como si fuera piel o cuero.
Pulsante como si estuviera viva.
No vegetal, no madera. Ya no puedo soltarla, el cansancio no me deja.
La música que emite, el dolor no está ya, todo lo llena la canción y su oferta: dejarme caer, descansar…
Las ramas me abrazan, me mecen, me confortan. La oscuridad, me seda, me ofrece ese sueño que tanto me elude. Sí, respondo mentalmente. Es suave, es cálido. Pero empieza a enfriarse, cada vez más frío, más oscuro, más compacto. Más encerrado. Mis pensamientos se dispersan, mi mente se esfuma.
La canción todo lo llena. La canción…
—Dale, vamos a fumar algo al baldío, que mis viejos no están, cópate, luego vienen y tengo que hacer de todo.
—Vamos.
—¿Qué raro este árbol no?
—¿Por?
—Mira, tiene como tumores por todos lados, pero casi no se… parece que tuvieran facciones.
—Seeeh mira, este parece un tipo, este una niña, mmmm está lleno, plagado
—¿Y este? Mira que raro, todos parecen mirar hacia afuera, pero este, se ve dormido, que raro.