Os presento a la ganadora del segundo premio (el libro de DragonHeart) Celia Añó del blog La Bruja del Teatro. Celia Añó concursa con su relato Ladridos, que podéis leer a continuación.  Disfrutadlo:

LADRIDOS

Los escucho, los sigo escuchando, no puedo parar de oírlos. Están aquí, en todas
partes, una sombra que no me da tregua ni me permite descansar. No recuerdo cuánto tiempo llevo ya huyendo de ciudad en ciudad, recorriendo pueblos miserables y estaciones de trenes.
        Busco un lugar donde esconderme, donde descansar tranquilo por fin, pero los ladridos siguen mis pasos. Basta una sola noche de tregua, sin dormir en un coche en movimiento o en el ferrocarril, para que ellos vuelvan a alcanzarme.
        Solo yo puedo sentirlos, pues a mí alrededor nadie más parece percatarse de ellos. Sigo oyéndolos, royendo lentamente y sin descanso los últimos hilos de mis memorias hasta degenerarlas en locura. Ellos no se rinden, no se detienen, pero yo sí. Mis ahorros se han agotado en este viaje que me ha llevado a recorrer el país de una punta a otra. Ahora sigo a pie, más lento, más fatigado, un pellejo agotado que sigue andando en la quimera por poner cuanta más distancia entre los ladridos y él.
        Pero siguen, incansables, y no paran. Hace tanto que los estoy escuchando que no
recuerdo cómo era vivir sin ellos, bajo un techo y sin más preocupación que la entrega de mi tesis. Pero esa época ha desaparecido. Ahora solo hay ruido, una amenaza sul que me persigue, a veces intensificando su volumen, a veces acallándose un poco según logro alejarme, pero al final siempre vuelven.
        Esta noche quizás sea la última. No tengo fuerzas para seguir andando ni monedas para pagar un billete. Solo me queda mi bolsa, mis fotografías y los papeles de este esbozo de tesis que no me veo capaz de abandonar.
        Mientras los ladridos se van haciendo más fuertes, más intensos, más reales, tanto
como el rastro de la bestia que me sigue, sigo mirando mis escasas pertenencias. Quiero
romper los papeles, deshacerme de ellos y reducirlas a trizas. Pero soy incapaz. Es una manera de recordar por qué he acabado en esta situación.
        Por orgullo.
        Por necedad.
Por robar el cadáver equivocado en nombre de la ciencia.
Los ladridos se han detenido durante un momento, una pausa victoriosa que indican
que ya están aquí.
Me han encontrado.