Estamos ante uno de los estrenos más grandes del año. Una película que lleva gestándose años. Su producción finalizo hace ya dos largos años y en ese tiempo las mejores empresas de efectos digitales han estado trabajando duro por entregar una auténtica experiencia cinematográfica a la altura de lo que vivimos con Avatar, o la reciente El Libro de la Selva.
Una epopeya épica sobre la supervivencia, el honor, el odio, la aventura, el amor y la magia. Aun no sé que esperar sobre ella pues al contrario de mi tendencia habitual apenas sé nada de ella y agradezco no haber tenido el impulso de informarme. Apenas se que la trama discurrirá sobre como los orcos y los humanos se enfrentan y tratan de averiguar como compartir el mundo. Incluso es posible que mi idea general sea errónea y me encuentre con algo totalmente distinto.
Escribo estos pocos párrafos previos a mi inmersión en Warcraft precisamente para generar un contraste previo no invadido o corrompido por la campaña de marketing. Ahora mismo espero una aventura ligera con un apabullante nivel visual y buen humor. Una historia clásica con el toque Blizzard dónde nadie es malo ni bueno del todo. La escala de grises que maneja la compañía es uno de los principales alicientes de la cinta pues puedes empatizar fácilmente con cualquiera de sus personajes.
A pesar de pertenecer a la Alianza, no puedo resistirme a un enano con escopeta, no puedo dejar de pensar que la Horda tiene su parte de razón. Es esa capacidad que tiene Blizzard para crear personajes únicos y causas por las que luchar la que me hace respirar tranquilo antes de ir al cine pues aunque tenga fallos, como comenta la crítica de forma continua, estoy convencido de que entregarán algo único y que no tardara en crear culto como ocurrió en su día con Pacific Rim o John Carter. Aunque deseo con todas mis fuerzas que la taquilla sea mejor que en los dos casos anteriores. Recemos porque la taquilla en China acompañe.
Sin más me despido hasta que finalice la cinta.
He vuelto. Pero me he pasado de largo porque he vuelto a 2001. Warcraft es La Comunidad del Anillo, es el origen de una nueva historia épica. La historia que llevábamos años buscando tras la partida de Aragorn y Harry. La historia que casi consiguió Bilbo, pero se quedo a medio camino. Aquí la tenemos, Warcraft es el nuevo hito de la fantasía en el cine. Un género muy complicado que ha sufrido lo indecible para obtener algo de respeto de sus «hermanos mayores».
Comenzando de una manera magistral, Blizzard ha conseguido emular a Marvel en una sola película. La aparición de su logo es suficiente para que sintamos escalofrios, la misma sensación que se respira cuando suena la fanfarria de Marvel y nos preparamos para una nueva aventura de su universo. Blizzard ha calcado esa sensación con un logo que nos trae todas sus obras: Starcraft, Warcraft, incluso se ve a Tracer de Overwatch al final.
Entrando en faena desde el minuto uno, no se paran a explicar nada porque entienden muy bien dos cosas: Muestra, no cuentes y que la mayoría de la gente que ira a verla se conoce el contexto. De todas formas, soy un profano en Warcraft apenas controlo a sus personajes y mitología y en ningún momento me perdí en la trama por lo que habría que felicitar al guionista por su trabajo.
Además tengo que añadir, tal y como comentaba en el prologo, que Blizzard maneja los grises como nadie. Aquí solo hay un villano arquetipico, solo uno. El resto de personajes ni son héroes ni villanos, se mueven por sus propios intereses y los de su pueblo. Los Orcos podrían haber sido carne de malvado random número 347 y sin embargo empatizo con ellos casi más que con los humanos. Entiendo su naturaleza combativa, su sentido del honor, el respeto y la lealtad. Ellos no van a una guerra por gusto, aunque con gusto combaten. Están huyendo de un mundo muerto y buscando otro hogar y para conseguirlo tienen que arrasar con todo lo que vean. No están masacrando pueblos por diversión, aunque algunos disfruten, lo hacen para poder traer a los suyos. Incluso tenemos al clan de lobo gélido negándose a atacar un pueblo que no se puede defender. Quieren que les den pelea, algo con un mínimo de justicia.
Y en el lado de los humanos tenemos algo similar, están defendiendo a los suyos de las matanzas de los orcos. Incluso al ver una mínima posibilidad de tregua la aceptan sin dudarlo para evitar más muerte. Aquí no existe todavía un odio irreparable, son dos facciones enfrentadas por causas mayores y en ambos bandos hay personajes que tratan de eliminar ese enfrentamiento porque ven que el mundo puede quedar carbonizado en el proceso.
A grandes rasgos la película se enfoca mucho en que seas capaz de ver ambos puntos de vista, como ocurrió en Civil War, y veas que no hay buenos y malos, todos son buenos en su medida y luchan por una causa justa aunque a veces lo hagan con las herramientas equivocadas. Para esto no tengo mejor ejemplo que la lucha entre Lothar y Puñonegro al final de la película. Es un combate justo, uno contra uno, y Lothar logra vencer a Puñonegro. Los orcos respetan esa victoria y le dejan marchar. El honor que se ve en sus gestos es genuino, han matado a su comandante pero para ellos Lothar merece respeto y se le concede el premio de marcharse. Son este tipo de gestos y situaciones la que elevan la película. No estamos en el Señor de los Anillos dónde los orcos eran un virus sádico, aquí no podemos decir simplemente, pues matamos a los orcos y ya esta. Son seres inteligentes y como tal solo quieren un lugar dónde vivir con su familia.
Y la película no solo brilla en esa construcción de personajes. El mundo esta mimado, vemos unas ciudades vivas, no solo un decorado digital. Sentimos la majestuosidad de cada edificio; la antigüedad de cada bosque; la mocosidad de cada Murlock. Se toman la molestia de que todo este lleno, que de igual a donde mires que vas a encontrar algo interesante. Empezando por la inmensa biblioteca y terminando por Ventormenta. Aquí no verás palacios vacíos. Aunque la película no muestre en primer plano por lo que se lucha siempre es consciente de que estamos aquí por los inocentes para defender a esas familias que están en medio de una guerra que nadie parecía buscar (Si, podríamos decir que los orcos buscaron el conflicto pero estaban desesperados por un nuevo hogar).
Gran parte de que sintamos esto es el estupendo trabajo de efectos especiales de la película, en especial para la recreación de los orcos que llevan un paso más allá lo que Andy Serkins lleva perfeccionando la última década. Ya no es un maniquí de CGI con ojos de muñeca, es Orgrim y Durotan luchando por su clan. Vemos cada pliegue, cada musculo, el sudor deslizarse por su piel, sus colmillos adornados. Están recreados con un mimo y un cuidado que hacen que no veamos ni trampa ni cartón en sus actuaciones.
Además, Blizzard ha decidido ir contracorriente en la industria y a apostado a que podamos ver lo máximo y más espectacular. Pocas escenas nocturnas veréis aquí, y os aseguro que hacer un ejercito orco mediante ordenador con la luz del medio día cayendo a plomo sobre el escenario no es fácil. Pero no solo por las dificultades técnicas sobresale, también tenemos esa magia que es puro espectáculo. Se acabaron las balas de luz de Harry Potter que más que un duelo mágico era un tiroteo de Star Wars; se acabó la inmensa luz blanca de Gandalf cabalgando contra los Nazgul, aquí hay magia. Punto.
Los hechizos iluminan la pantalla, cada uno distinto al anterior, con un despliegue visual que aturulla. Es magia auténtica, y esta muy bien medida porque un mago es infinitamente más poderoso que un ejercito entero pero aquí no se deja nada al azar. Para un mago crear un hechizo es complicado y necesita un precio. Para los ataques más poderosos, como la barrera eléctrica del desfiladero, se necesita mucho tiempo y por tanto muchas vidas, y al terminar vemos al protector agotado por el esfuerzo. Miden muy bien la escala de poderes para que sigamos preocupándonos por nuestros personajes y no pensemos, pues con un par de hechizos ganan ya no tiene gracia.
Warcraft tiene un cumulo de virtudes que hacen patente que Blizzard puede convertirse en el nuevo evento de cada año como lo ha hecho Marvel desde 2008. Peca en algunos momentos de un tipo de movimiento de cámara que me impedía apreciar lo que ocurría en pantalla, pero es un mal que pronto solventan, y la narración esta muy cuidada aunque de muchos saltos es difícil perderse en ella. Se nota que Duncan Jones quería una película más larga, o la necesitaba, pero el montaje solvente muy bien la necesidad de más minutos.
En definitiva, es una película entretenida y notable, que le falta un poco de maestría para ser sobresaliente, pero si encumbramos IronMan a pesar de su traca final, sería injusto no reconocerle el merito a Warcraft por hacer algo mucho más complicado y salir victoriosa.
Un gran inicio de saga que espero tarde mucho en finalizar.
Aquí podéis haceros con ella si aun no la tenéis en vuestra biblioteca.