No es la casa la que esta encantada. Se llevará lo que más ama.

Iba con la mente abierta e impaciente por ver que me podía ofrecer un director que me gusta. James Wan me ha mostrado varios trabajos muy interesantes, siendo Expediente Warren mi favorito, sin dejar de lado Saw o su inmersión en la acción pura y descerebrada de Fast and Furious. Pero Insidious es una idea buena cubierta de malas decisiones y es una lástima.

Me ha gustado ver ambas partes (Dejo de lado la tercera pues no esta dirigida por él), su historia es interesante y te mantiene atento durante sus tres horas de duración (Contando ambas) hasta el final por previsible que sea en muchos puntos. Lograr que algo manido y que se ve venir resulte atractivo y te mantenga enganchado es muy complicado.

También admito que puede ser solo una perspectiva personal, que otros más capaces de dejarse seducir por ella no le encuentren los fallos que yo le veo. No soy una persona fácil para el terror, y a pesar de gustarme el género, pocos productos cumplen con su propósito final, es más, la última vez que sentí auténtico pánico fue en La Mansión de los Horrores de Vincent Price. No me refiero a un susto ocasional, Insidious ha logrado darme algún respingo gracias a pegar esos golpes sonoros tan tramposos, a lo que me refiero es a cogerme del corazón y apretarlo con fuerza sin darme un respiro y haciéndome notar una mirada fría detrás de mi. Auténtico miedo, no un susto, miedo. Eso solo lo ha logrado en los últimos años una película con más de cincuenta años a sus espaldas. Así que se me puede asustar si sabes hacerlo y James Wan sabe pero se pone la zancadilla continuamente.

Hay una palabra que Wan conoce y parece sabotear de manera consciente: Sutilidad.

Insidious aprovecha muy bien las armas que tiene, muestra sin resaltar, deja que el espectador dude de sus propios ojos. ¿He visto eso? ¿Ha sido cosa mía o de verdad había algo ahí?

Va arañando la mente del espectador haciéndole dudar de lo que ve y lo que no, haciendo que su imaginación actué de manera activa. Lovecraft lo tenía muy claro, no hay nada tan aterrador como lo que uno guarda en su imaginación, es más terrorífico dejar que se imaginen el monstruo que mostrarlo. De esa forma nos van lanzando imágenes rápidas de personajes paseando por la casa, dónde de golpe vemos algo que no debería haber, pero nadie ni nada les hace caso, ni la música, ni la cámara ni los personajes. ¿Lo he visto de verdad?

El problema viene justo después de hacer eso, cuándo Wan le entra miedo de que la gente no lo entiende o no se de cuenta y te mete un primer plano tal que así: ¡Qué si, que era un fantasma lo que habíais visto! ¡Qué os he asustado!

Solo falta que salga en pantalla como Kuzko y te señale con rotulador rojo: Aquí esta el fantasma. ¿Te ha quedado claro?

Es contraproducente, es como asustar con una linterna y una historia de terror y al mismo tiempo pegarle un bocinazo de barco a la gente. No se puede hacer las dos cosas a la vez y que quede bien.

De esa forma tenemos escenas como la primera aparición de la vidente Elise con el dibujo del demonio, dónde la interpretación de ella y el propio dibujo te preparan el terreno para que te asustes y sientas terror y luego toma un primer plano del diablo, no vayas a quedarte con las ganas de reírte de él.

Solo era necesario esto: Insidious Elise.jpg

El rostro de Elise y el dibujo eran lo único que necesitaba la película para mantenernos en tensión y obligar a nuestra imaginación a sufrir con el mayor de los terrores.  En su lugar, sabemos el aspecto de ese demonio, le vemos en primer plano en varias ocasiones y luego tenemos un enfrentamiento final con él que lo dejan a la altura del betún.

Ahora me diréis que el Exorcista te dejaba ver a Pazuzu, pero no es cierto, vemos iconografía suya, objetos tallados con su forma e imágenes hechas para crearnos un aura malsana, pero nunca le vemos, solo vemos la representación que los humanos tenemos de él, haciendo que nuestra mente rellene el hueco de ¿Cómo es Pazuzu?

Y es que en el terror menos es más. Dosificar la información y darla de la forma adecuada es la clave para triunfar, y Wan no hace esto, en su lugar nos tira un susto tras otro tratando de llamar nuestra atención. Saca un arsenal de imágenes perturbadoras con el fin de ponernos nerviosos y asustarnos, pero se le ve venir. Es un marionetista al que se le ven los hilos y se le enredan constantemente.

Cada vez que tiene que usar un elemento digital da vergüenza ajena. Le dejo pasar la escena del demonio, pese a innecesaria no se podría haber hecho de manera artesanal sin gastar una burrada de dinero. Pero la escena de la lampará es para coger al de los efectos especiales y azotarle hasta que se rompa el látigo. Se podría haber hecho perfectamente con efectos prácticos, pero en su lugar nos meten tornillos digitales que cantan la Traviata.

No es una película con malos efectos, al contrario, por eso resulta tan molestos los digitales, porque tenemos eso al mismo tiempo que a Patrick Wilson con un maquillaje soberbio.

Es igual que con los sustos, la película baila constantemente en dos aguas, los buenos efectos y los cutres, la sutileza y la pirotecnia. Lo mismo con el resto de aspectos, la trama avanza entre lo original y lo previsible; la dirección es sobria y absurda; el uso del color y la iluminación es brutal o denigrante. No tienen termino medio o lo hacen muy bien o meten el píe en una ciénaga hasta desaparecer.

Vemos escenas con una luz de hospital cuándo es pleno mediodía en una calle tranquila y apacible. Te saca constantemente porque ves que esa iluminación es más falsa que las monedas de tres pesetas. No esta hecha para crearte malestar, o no lo consigue que es aun peor.

Lo mismo con las interpretaciones, van de lo perfecto a la sobreactuación pasando por el absoluto aburrimiento. No podemos creernos a un personaje que ve como una puerta se abre sin más con la cara de pensar en su declaración de la renta. Patrick Wilson es el mejor ejemplo. Vemos a un padre que no sabe como afrontar lo que esta viviendo y se recluye en su trabajo porque esta aterrado de aceptar que no controla y no sabe explicar lo que pasa en su casa. Ni siquiera tiene que explicarnos eso, lo vemos con su actuación, luego vemos como se desmorona y acepta la locura que esta viviendo mientras revisa los dibujos de su hijo. Es una actuación muy buena cuándo quiere, pero luego tenemos otras escenas que le están contando como su mujer esta sufriendo, que esta aterrada, que alguien se ha colado en su casa y parece que le hablen de la caída de la bolsa, tiene una expresión muerta y se carga lo bien que lo hace en otras escenas. Hasta los niños tienen este problema pasan de ser niños a ser monigotes sin vida y luego vuelven a ser niños. No hay consistencia en la mayoría de actuaciones, salvo Lin Shaye que nos da una vidente convincente y es la única que no tiene esos bajones en su actuación. Hay algo en ella que te hace creértela en todo momento.

Es una lastima porque todos estos errores hacen que al final una historia bien hilvanada se vaya a pique. Puede pecar de poco original, pero no puede cometer tantos fallos sin que la acaben hundiendo. Mirad, si quería irse por la tangente, que en más de una ocasión parece ser su deseo, o lo hace de verdad o se hundirá por quedarse a medio gas. Mirad Poltergeist (2014) que se le fue completamente la cabeza con su final y aun perdura en mi memoria a pesar de no ser una película memorable. Evil Dead tiene un reno que habla. He dado con la clave, para que Insidious hubiera funcionado (Para mi gusto) tendría que haberse ido al terror de Sam Raimi. Se pasan dos películas cortejando esa posibilidad pero al final se queda en lo habitual del género y se hunde como el resto de productos que recibimos año tras año.

Y aun así ahora me voy a ver la tercera parte, al menos no lo considero una perdida de tiempo.