Llevaba un tiempo pensando en hacer algo con las cosas que he ido publicando el año pasado. No me decidía por ninguno concreto así que he optado por el más reciente y que tengo más fresco: El demachiño de Castromiñan. Mi idea es tratar de lanzar unas cuantas anécdotas sobre el proceso que seguí y como fue tomando forma el relato. Pero antes, me gustaría presentar el relato y la obra que lo contiene.

De matar también se sale fue una propuesta de antología de Grupo Amanecer con una semilla de Marina Tena, una autora como la copa de una secuoya que debéis tener muy en cuenta. La premisa era muy jugosa: La historia de un asesino que quiere dejar de matar pero la vida le pone mil zancadillas ¿Lo conseguirá?

Al leer la convocatoria supe que quería escribir en ella, como me pasa con todas para luego no enviar nada porque en el proceso se me han ocurrido otras cien ideas. Pero aquí logre centrarme en una sola, y use un método que no sé si será muy funcional pero de momentos no me ha fallado. Tras leer las bases me puse a pensar en que escribiría la mayoría para irme al lado contrario. En mi cabeza tiene sentido, si alguien lee cinco John Wick y después algo que se parece cero, destacará más. No es un método que recomiende porque yo tengo una facilidad pasmosa para tirar de un hilo simple y construir una trama de él sea de donde sea el hilo. Mi problema no es nunca la página en blanco, más bien la página abarrotada.

Esto me llevó a considerar que la mayoría se atarían a la realidad o al futuro. Pensé en que los géneros y épocas que menos se tocarían sería la fantasía y el pasado. Una corazonada sin más. Ya por entonces tenía muchas ganas de ubicar la acción en España, sigo teniendo ese gusanillo (Buena cuenta dan de ello mis proyectos Sevilla, Cádiz, Cartagena y Málaga). Galicia vino sola, me parecía el lugar ideal por la imaginería lúgubre, bella y gótica que nos transmite, o al menos a mi, con sus paisajes cubiertos por la niebla, sus bellos bosques y pueblos pequeños.

Puesto el foco allí me puse a hacer algo que siempre hago, buscar mitos y leyendas locales. Os recomiendo mucho que acudáis a la mitología y el legendario local porque son minas de oro listas para que os hagáis con ellas. La luz de Amalur, relato que aparece en Una última luna de Hela Ediciones, por poneros un ejemplo, surgió prácticamente de las leyendas vascas, uniendo diferentes mitos para construir la trama. En el caso del demachiño, su propio nombre indica en que mitos me base. Me fascinó la idea de los demachiño, pequeños demonios que las meigas atrapaban en cajas. Ese fue el hilo del que tire.

El protagonista y su triste historia fueron surgiendo a medida que iba enredándolo en el hilo del mito. El periodo histórico fue algo más complicado. Por suerte tenía a Carmen ahí para darme su opinión y decantarme por una alteración suave de la España posterior a la Guerra de Independencia contra Napoleón. La ubicación fue casi lo más sencillo pues ya sabía como quería terminar el relato así que entre en Google Maps y empece a recorrer Galicia en busca de pequeñas aldeas y pueblos en lugares que se ajustarán a lo que yo quería contar y apareció Castromiñan, un pueblecito que en foto resulta encantador.

Todo esto ya en mente toco darle forma y eso costó un poco más. Hubo alguna que otra mutación en la estructura. Para los que lo hayáis leído, el segundo acto iba a ser bastante más breve, al igual que el primero, pero tengo la fea costumbre de enrollarme. Quería que la gente se sintiera en esa casa, transmitir todo lo posible lo que pasaba ahí antes de mostrar el cuadro general y disponer el clímax. Como consejo, funciona mejor para una novela porque en un relato el espacio es crucial. Así estaba yo que mientras escribía me iba enamorando de la historia y en como la estaba contando (soy mi peor crítico me suelo gustar siempre) al tiempo que veía el límite de palabras acercándose como un tiburón. No iba a llegar, iba a tener que volver a empezar de cero para reconstruirlo porque no llegaba.

Y tuve una suerte descarada. El final llegó, y lo hizo aprovechando de la mejor forma posible ese límite. La mayor debilidad que estaba teniendo, el espacio para el final, se convirtió en su mejor virtud. Pero os recomiendo que no seáis yo, saldrá más veces mal que bien.

Quiero dejar para el final mi parte favorita del escrito, y son los diálogos. Los diálogos de un personaje que se llama Co… Adoré cada frase de ese personaje. Me gusta especialmente su primera aparición porque me salió así, sin más, esa frase le dio personalidad cuando en un principio iba a ser más plano. Me divertí muchísimo viéndole hablar.  Durante un tiempo estuve pensando en volver a usarlo solo porque me enamoré de lo cabrito que es.

Le tengo mucho cariño a este relato en general. Es el único relato que he releído como si fuera de otro autor, como quien abre un libro y lee algo desconocido. Fue como magia. Creo que es de lo mejor que he escrito y estoy muy orgulloso de él. Supongo que es una buena forma de acabar esta entrada tan inesperada. Vosotres, si, los que estáis ahí leyendo a través de vuestras pantallas. Vuestras obras valen oro, son vuestras, y solo vosotres tenéis vuestra voz. Amadla porque es única. Estad orgulloses de lo que escribís porque es una parte de vosotres. Habéis dejado un pedazo de vuestras almas en ella. Habrá en el horizonte obras mejores, pero ahora esa obra que tenéis en el cuaderno, la cabeza o el Word es para estar henchido de orgullo y satisfacción.

Buena suerte y buena caza de letras. Grumetes de tinta hoy, capitanes de palabras mañana.